lunes, 30 de marzo de 2009
Climbing Up The Walls
(...) Internadas en el cuerpo, convertidas en carácter profundo de los individuos, las rarezas del sexo dependen de una tecnología de la salud y de lo patológico. E inversamente, desde el momento en que se vuelve cosa médica o medicalizable, es en tanto que lesión, disfunción o síntoma como hay que ir a sorprenderla en el fondo del organismo o en la superficie de la piel o entre todos los signos del comportamiento. El poder que, así, toma a su cargo a la sexualidad, se impone el deber de rozar los cuerpos: los acaricia con la mirada, intensifica sus regiones, electriza superficies, dramatiza momentos turbados. Abraza con fuerza al cuerpo sexual. Acrecentamiento de las eficacia y extensión del dominio controlado. Pero también sensualización del poder y beneficio del placer. Lo que produce un doble efecto: un impulso es dado al poder por su ejercicio mismo, una emoción recompensa el control vigilante y lo lleva más lejos: la intensidad de la confesión reactiva la curiosidad del interrogado: el placer descubierto fluye hacia el poder que lo ciñe. (…)El poder funciona como un mecanismo de llamada, como un señuelo: atrae, extrae rarezas sobre las que vela. El placer irradia sobre el poder que lo persigue, el poder ancla el placer que acaba de desembozar. (...) M. Foucault
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